Nuevamente se alzan voces en favor de la dolarización de la economía. Éste debate no es nuevo pero se repite cada vez más. La propuesta vigente en Argentina, despierta nuevamente la discusión y abre miradas sobre el caso de Ecuador.

Los grandes números empezaron a mostrar un cambio positivo en poco tiempo. La estabilidad monetaria se hizo realidad: la inflación se controló de inmediato, bajando a un 12% poco antes de su tercer año dolarizado.”

Tras el tendal de caos dejado por la crisis del 2001, en medio de la campaña presidencial del 2003, el ex presidente Carlos Menem, y entonces candidato presidencial por tercera vez, repetía su propuesta “Hay que dolarizar”, con una total seguridad como si de algo obvio se tratara. La sugerencia atrajo al ciudadano profano cansado de ver sus ingresos licuados por la inflación y el efecto de la suba del dólar.

A principios del año 2000, de la mano del entonces presidente Jamil Muhuad , Ecuador comenzaba el nuevo milenio con su economía totalmente dolarizada y los resultados de su implementación captaron la mirada del resto de los paises latinoamericanos. Sucedió que durante una década atrás, entre 1989 a 1999, Ecuador sufrió trastornos similiares a los de Argentina. Una economía altamente dependiente de los precios de materias primas exportables habían caído en picada, en especial el petróleo que llegó a fines de dicha década a cotizarse de 18 dólares el barril a 9 en menos de un año, el decrecimiento de la economía llegó a un 4,7% del PBI, un déficit fiscal parecido al nuestro que tocaba un 6% en 1998 y un 4,9% en 1999 obligaban a su banco central a emitir más moneda para que el “Sucre” salga a cubrir los números en rojo que producía el estado provocando una inflación del 60% en 1998 y un insufrible 91% para 1999. A ello se sumaba que su sistema financiero estaba muy focalizado en la especulación más que en el financiamiento de actividades productivas, había bancos en cada esquina y el estado emitía bonos para tratar de apaciguar el descontrol monetario. Un síntoma más: usaban la tasa de interés como herramienta estabilizadora de los precios, la idea de tentar al que tenía Sucres a depositar en los bancos para que no circularan en el mercado provocando alzas en los precios de los bienes.

La transicion al dolar aplicada por el ministro Alfredo Arizaga no tardo pasar factura y tras el quiebre de algunos bancos y un mosaico de crisis social y política, Muhuad pierde el poder el 21 de enero de 2000. Nada muy distinto a la realidad argentina que se repite una vez más.

“Recuerdo que estando en Guayaquil en 2013, colegas y empresarios me explicaban cómo se hicieron realidad proyectos de infraestructura y alza en el consumo gracias al mejoramiento del poder adquisitivo.”

¿Cómo le fue a Ecuador tras la dolarización?

Los grandes números empezaron a mostrar un cambio positivo en poco tiempo. La estabilidad monetaria se hizo realidad: la inflación se controló de inmediato, bajando a un 12% poco antes de su tercer año dolarizado, el sistema financiero dejó de ser una mesa de apuestas y pasó a financiar proyectos genuinos y al cuarto año salieron del estancamiento para tener tasas de crecimiento estables y ascendentes, no menores al 3% e incluso en 2011 alcanzaba el 7,8%. Recuerdo que estando en Guayaquil en 2013, colegas y empresarios me explicaban cómo se hicieron realidad proyectos de infraestructura y alza en el consumo gracias al mejoramiento del poder adquisitivo. Algunos pudieron incrementar hasta un 400% la importacion de bienes de capital en solo cinco años para robustecer su producción, la inflación no trepaba más allá del 3,7%; y la inversión extranjera directa seguía en crecimiento. Entonces, el presidente de un grupo lider en produccion de commodities, me mostraba los flujos de inversion externa en participacion directa en sus empresas locales gracias a la estabilidad lograda.

Ecuador logró una gran estabilidad, una economía predecible que ayudó a atraer algo de capitales pero quedaron en dicha experiencia dos grandes lecciones que lo perseguirían hasta el día de hoy: la dependencia del precio de bienes primarios, en su caso el petróleo, pues cuando el mismo caía, los dólares se fugaban y la distribución de la riqueza, la dependencia de los mercados bursátiles de EE.UU. y una desigualdad como tema pendiente..

Pero en el país del cacao no todo era de color rosa. El proceso de dolarización fue instrumentado con falencias técnicas, favoreció por sobre todo a un pequeño sector dominante y no solucionó problemas de fondo como la distribución de la riqueza. La pobreza, que en 1999 había alcanzado un 60% había bajado a un 25% pero era aún un tema pendiente porque brotes de desigualdad comenzaron a apreciarse. Si bien gran parte de la población dejó de sufrir la pérdida del poder adquisitivo, los salarios de la mayoría de la población no se habían fortalecido en términos reales. En síntesis, Ecuador logró una gran estabilidad, una economía predecible que ayudó a atraer algo de capitales pero quedaron en dicha experiencia dos grandes lecciones que lo perseguirían hasta el día de hoy: la dependencia del precio de bienes primarios, en su caso el petróleo, pues cuando el mismo caía, los dólares se fugaban y la distribución de la riqueza, la dependencia de los mercados bursátiles de EE.UU. y una desigualdad como tema pendiente. No obstante, la experiencia fue casi milagrosa en comparación con su nefasta década 89-99, aparecieron grandes inversiones en energía, terminales portuarias y modernización en rutas y caminos, tres pilares fundamentales para atraer inversiones y por fin la economía se estabilizó definitivamente.

¿Por qué no dolarizar en Argentina? La leccion ecuatoriana.

Al fin de cuentas, Ecuador nos enseña entrelíneas que Argentina no tendría nada por perder dolarizando su economía. Como si de un alcohólico se tratara al que hay que quitarle la botella, parecería que no queda remedio más sano que quitarle el poder de emitir al gobierno del banco central, que vaya de paso, su independencia es utópica al igual que el “nacionalismo” monetario de los ciudadanos. Ahora bien, recuerde que dolarizar significa llevar los activos existentes al billete verde, haciendo una analogía, si Ud. tiene en existencia, digamos, 40 mil pesos, Ud. deberá convertirlos en unos mil dólares. Por lo tanto, vale tener en cuenta que si se dolariza, significa que cambiaríamos los pesos en dólares pero aun habría faltante de los mismos para cubrir el déficit fiscal, ese dinero necesario para cubrir los gastos demás que tiene el estado.

Entonces, ¿cómo sería posible dolarizar con un déficit fiscal tan alto? No es imposible, pero si muy dificil. Dicho hueco debe llenarse con algo, y no hay mucho para pensar: inversiones externas o dólares por exportación, mientras se adelgaza al obeso estado. Una inyección del FMI o cualquier otro organismo de crédito podría atenuar ese rojo. Por otro lado, la dolarización hace efecto positivo directo en la inflación y la inestabilidad monetaria, pero el problema no sólo pasa por allí. También debemos ser competitivos para poder exportar, modernizando la infraestructura productiva, algo que el empresariado argentino es reticente a hacer, alinear los números respecto a la pobreza, disciplinar a una población acostumbrada a recibir planes sociales a cambio de nada y por sobre todo estabilidad política. Éstos elementos hacen que materializar una dolarización sea aun inoportuno, por no nombrar otras más. Mientras, Argentina sigue viviendo en un entorno bimonetario y cuanto más piden confiar en el peso, más deseos de refugiarse en el billete verde aparecen. Aun así, tenemos la posibilidad de elegir ese camino de manera prolija.

Perón y el dólar

“¿Alguna vez alguno de Uds. vió un dólar?” fue la frase que Perón había lanzado con significado despectivo hacia dicha moneda en la Plaza de Mayo al poco tiempo de asumir su primera presidencia. Justamente fue aquella frase que hizo correr a sus seguidores a cambiar los pesos por los billetes estadounidenses. La historia se repetiría hasta el día de hoy, pasando por el gobierno peronista de Carlos Menem con su convertibilidad (algo distinto a cambio flotante y dolarización) que emprolijó en cierta forma la realidad de tener una economía bimonetaria. Valga recordar la frase de Perón para acordarnos que desde entonces quedaría “oficialmente” declarada la economía bimonetaria hasta el día de hoy.

¿Qué condiciones deberían haber para dolarizar?

Dolarizados o no, el grave problema es que los billetes verdes se van fuera de la economía y ello es, entre otras causas, porque actualmente no hay un plan económico concreto. Ese plan debe ser a largo plazo, consensuado con los gobernadores, con garantía de leyes del Congreso, con la Constitución, y a lo que se debería añadir un shock de confianza avalado por reglas del juego claras para atraer inversiones y una fuerte política educativa en cultura de trabajo. Fácil de exponer, difícil de lograr. Mientras, y para evitar la continua fuga de dólares, hay muchos instrumentos para evitarla, plazos fijos en dólares, un esquema de cambio flotante claro, una proyección o metas inflacionarias más reales (los salarios y tarifas aun siguen rezagadas por lo que será imposible cumplir con las metas anunciadas), y una fuerte ayuda externa a cambio de un compromiso más ajustado de reducir el déficit fiscal. Con todo ello no sería nada disparatado aplicar una versión mejorada de la experiencia ecuatoriana, al fin y al cabo, manejando la moneda local, hemos demostrado ser incompententes. 

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Artículo originalmente publicado por Diario Síntesis, Santa Fe, Argentina el 23 de Septiembre de 2018.
https://www.diariosintesis.com.ar/negocios/3696-dolarizar-o-no-dolarizar