Todos las conocen como el “Bitcoin”, una moneda digital que resuena como alternativa a la moneda común. Desde al menos cinco años fui testigo de fenétricos lanzamientos de megaproyectos por parte de corporaciones tales como el banco JPMorgan Chase, Microsoft, Google y CapitalOne en torno a las criptomonedas por lo que me di cuenta de algo obvio: más allá de los altibajos de su valor, vinieron para quedarse y grandes jugadores del mercado no quieren quedar fuera del vagón.

El monopolio por parte del estado (o bancos) sobre el curso legal de monedas es seriamente custodiado por las autoridades en cualquier lugar del mundo.

Fue en el festival más importante de EE.UU. sobre innovaciones en todo tipo de industrias: el “South by Southwest” en siu edición 2018, o mejor conocido con sus siglas “SXSW” , que se celebra en Austin, Texas todos los años y donde asisten desde Barak Obama, los creadores de Twitter, Melinda Gates, Elon Musk (Tesla Motors) o donde un tal Reed Hastings presentó su creación llamada “Netflix”. Cada vez que veo a JPMorgan Chase mover sus fichas para un lado, le presto mucha atención, más aun si lo hace en el “SXSW”: vaya que no son improvisados, saben nadar en océanos de dinero y están marcando tendencia ahora con esta novedad. Pero echemos un vistazo a qué es esto de las criptomonedas y el Bitcoin del cual tanto se habla.  

La Reserva Federal norteamericana siempre actúa rápidamente ante la aparición de cuasimonedas.

De qué se trata

En 1998, Bernard von NotHouse creó en EE.UU. una nueva moneda alternativa al dólar y la llamó “Liberty Dollar” respaldada por oro y plata como opción anti-inflacionaria al dólar circulante emitido por la Reserva Federal. NotHouse fue detenido en poco tiempo y sentenciado a 15 años de prisión a lo que se le agregó una multa de 250 mil dólares además de ser etiquetado como “terrorista”. El intento de “democratizar” y transparentar la moneda, al menos según las intenciones de NotHouse, se habían esfumado. El monopolio por parte del estado (o bancos) sobre el curso legal de monedas es seriamente custodiado por las autoridades en cualquier lugar del mundo y en éste caso la Reserva Federal norteamericana actuó rápidamente. 

Pasó una década desde el “Liberty Dollar” y en 2008, durante un evento tecnológico en Holanda se esparció como reguero de pólvora un texto sobre criptografía  publicado en una lista de correo del entonces sitio metzdowd.com donde su autor (o quizás sus autores, acudiendo al anonimato para no tener igual destino que NotHouse) bajo el seudónimo de Satoshi Nakamoto explicaba un protocolo para envíos de dinero digital de persona a persona sin intermediarios bautizando a dichas unidades como “bitcoins”. Consiste en poder enviar y recibir dicha moneda de manera tan fácil y rápido como enviar un WhatsApp. 

Hay un número limitado de bitcoins lanzados y por lanzarse y para hacer realidad ésta tecnología, cualquiera puede actuar como “minero”, aquel que contribuye a encriptar la transacción para hacerla segura y a cambio recibe un pequeño porcentaje de la misma. El famoso protocolo consiste en lo que llaman “cadena de bloques” (block chain en Inglés) y es exactamente un “libro” de contabilidad pública compartida que registra los saldos de toda la red Bitcoin. Dichas transacciones son incluidas en la cadena de bloques que se replica en cada minero, como si cada vez que alguien hace una transacción, una persona la divulgara en voz alta a un grupo de personas que la escriben al mismo tiempo en sus libros contables idénticos, por lo que si algún intruso quiere piratear la moneda, los libros contables dejan de estar sincronizados e iguales y una alerta evita esa operación, haciendo la red invulnerable. La contabilidad pública y compartida gracias a la cadena de bloques es la clave de su éxito pues el “block chain” puede aplicarse no sólo a una moneda, sino a otras aplicaciones que hacen temblar a intermediarios, tales como los “contratos inteligentes” (smart contracts en Inglés), pues al fin y al cabo, se trata de una transacción de un contrato, el intercambio de “algo”. Cada poseedor de un bitcoin tiene un usuario y contraseña encriptados en códigos, por lo que si Ud. tiene bitcoins, actúa con ellos de manera anónima. En pocas palabras, es un dinero digital fácil de usar, seguro, y su metodología evita intermediarios como bancos, escribanos, contadores, inmobiliarias; es invulnerable y se mueve a la velocidad de la luz. 

“…es un dinero digital fácil de usar, seguro, y su metodología evita intermediarios como bancos, escribanos, contadores, inmobiliarias; es invulnerable y se mueve a la velocidad de la luz.”

Detrás de los “Bitcoins”

Pero el “bitcoin” es sólo una moneda más. Existen cientos de criptomonedas con sus ventajas y particularidades, Onion, Ether, Dogecoin o Lisk, son nombres de algunas de las más populares, y hay algo más extraordinario: Ud. mismo puede emitir su criptomoneda haciendo uso de esa tecnología, pues basta con ingresar, por ejemplo, a Ethereum.org y bajarse el programa para emitirla. Dicho protocolo también promete una revolución en diversas áreas, pues, desde el momento que es posible crear una red encriptada para realizar una transacción de “algo”, también se podrían crear votaciones, democracias y hasta países digitales.

La fiebre pasajera se transformó en un amor a largo plazo, pues no es sólo una moneda lo que dicha tecnología promete, sino algo más revolucionario, es por sobre todo, eliminar al intermediario. Volviendo al festival “SXSW” en Texas, recuerdo algo insólito: cuando asistí a la conferencia de Gavin Wood, CEO de Ethereum, la empresa que ofrece otra criptomoneda, el “Ether” y que además ofrece gratuitamente su tecnología; había cientos de personas queriendo ingresar al anfiteatro para ametrallarlo a preguntas, sacarse fotos con el y escuchar sobre el futuro de su legalidad o simplemente ver en persona al personaje detrás de la empresa que más dinero recibió en tiempo récord en la historia bursátil. Asistieron banqueros, presidentes de empresas tecnológicas, periodistas de renombre, políticos… era una locura, una histeria para saber sobre el último paso hecho por Ethereum en su ideal de eliminar intermediarios. La cosa va en serio, imagínese que gracias a ésta tecnología Ud. podrá comprar, por ejemplo, los servicios de un pintor para su casa sin tener que pasar por un sitio web que lo ofrezca ni siquiera por un banco a la hora de pagarle, incluso puede comprar un departamento sin recurrir a ningún banco ni a un escribano. Ya lo están haciendo. Desaparecerán bancos, corredores, brokers, cajeras de supermercados, cajeros automáticos, editores e incluso empresas que facilitan operaciones como UBER o AirBNB. Y allí estaban JPMorgan y PriceWaterHouseCoopers para estar al tanto de lo que se viene.

¿Apostar a las criptomonedas? 

En mi opinión, aun siguen siendo un bien con valor especulativo, pues, desde el momento que aun se cotiza en dólares es porque su respaldo es la moneda tradicional. Sigue siendo, como lo ha demostrado el Bitcoin, un bien muy volátil en su precio por unidad (en menos de un año pasó de valer 700 dólares a 19 mil y caer a 6 mil) y no hay certeza de cuándo llegará su valor estable. Considero que las criptomonedas encontrarán su lugar definitivo cuando su cotización sea por una unidad de medida distinta a cualquier bien que contradice su esencia, como el dólar y pase a respaldarse por ejemplo, por “horas hombre de trabajo”, “fracción de tierra”, “ladrillos” o “kilos de harina”. No obstante, es hora de pensar seriamente en invertir un porcentaje de su cartera a las monedas digitales por si su precio sube y se estabiliza arriba del precio al que la compró; pero como un bien altamente volátil y riesgoso.

¿Y los impuestos?

Tarde o temprano un impuesto llegará sobre su criptomoneda, al menos indirectamente ya que al fin de cuentas Ud. comprará bienes que estarán en la mira del fisco y por lo tanto deberá tributar. Lo que puso en discusión a las monedas digitales es el anonimato y la procedencia de dichos fondos, haciendo a cualquier delincuente que obtuvo dinero de manera ilegal, muy tentador para realizar transacciones en forma anónima. Pero cuidado, si Ud. compra un bien registrable, tarde o temprano el fisco podrá exigirle que rinda cuentas de dónde vinieron los fondos y pagar los impuestos por lo que adquirió. Nuevamente, los tributos como el dinero mismo, son atemporales a la tecnología, por lo menos en mi opinión. Sin embargo, la legalidad es un tema aun en debate y mucho de ello también tiene que ver con jugadores fuertes del mercado que hoy están amenzados, como los bancos o grandes cadenas de intermediarios.

Ofertas de participar y otras conclusiones

A raíz de ésta movida, aparecieron “gurús” del Bitcoins y criptomonedas ofreciendo jugosas ganancias a cambio de acoplarse a un pull de inversores. Son personas que se encargarían de llevar dinero a mineros para invertirlos en computadoras que, gracias a su contribución en encriptar transacciones, obtienen un porcentaje a cambio. Dicho de otra manera, son administradores de un rejunte de dinero invertido para participar en la minería, en la parte que contribuye a que sea realidad la red encriptada para las transacciones. No está dentro de lo parámetros contractuales que al menos yo suelo aconsejar a un inversor al momento de apostar parte de su dinero y suelo ver muchos oportunistas ofreciendo dicho “servicio”. Pese a ello, si le aconsejaría considerar comprar por su cuenta una pequeña porción de ésta tecnología a través de acciones (como pueden ser las de empresas que patrocinan, por ejemplo a Ethereum) y por sobre todo que empiece a “empaparse” del tema, entienda el concepto de contratos inteligentes, la posibilidad cierta de que en un futuro muy cercano miles de intermediarios volarán por los aires, como sucedió con el correo postal que trasladaba de sus cartas “de carne y hueso”, hasta la aparición del e-mail.

  • Artículo originalmente publicado en Diario Síntesis el 30 de septiembre de 2018.